martes, 14 de abril de 2015

El Reto de Comunicar la RSC en medios Sociales

Como dijo el célebre premio Nobel de la Literatura, Gabriel García Márquez, “lo que no se comunica, no existe”. Esta afirmación se extiende a todos los ámbitos de la empresa, incluida a la responsabilidad social corporativa (RSC), pues las compañías no sólo deben llevar a cabo actividades de responsabilidad social, sino que conviene comunicar eficazmente los logros obtenidos.

Para ello, los medios sociales son considerados los mejores canales para llegar a los grupos de interés. Y no es para menos, pues según el último informe de We are social, hay 2.030 millones de usuarios de medios sociales, siendo Facebook la red social más usada en el mundo, con casi un millón de usuarios durante el 2014, seguida por Twitter, Google y LinkedIn.

Ya no es suficiente con disponer de una página web para la comunicación de la RSC; es necesario el uso de otras herramientas como blogs, imágenes, videos, animaciones, wikis y redes sociales que permitan la conectividad con el usuario. Además de ser eficaces para conectar multitud de personas dispersas por todo el planeta, los medios sociales son más económicos que cualquier otro soporte y, además, facilita la conexión de individuos que comparten los mismos intereses.

En estos últimos días se han publicado dos importantes documentos sobre la comunicación de la RSC en medios sociales. Por un lado, el Cuaderno que lleva por título “Responsabilidad Social Corporativa en la era digital: de la información a la comunicación” en el cual, la asistente de investigación de la Cátedra “la Caixa” de Responsabilidad Social de la Empresa y Gobierno Corporativo del IESE, Claudia Lucía Alejos Góngora, habla del papel de los medios sociales en la RSC, sus riesgos y beneficios. Sobre la forma que adquiere el mensaje en este tipo de medios, la experta afirma que “la actualización, la honestidad, la transparencia y la humildad son aspectos fundamentales para que el mensaje de RSC logre su objetivo: hacer visibles los esfuerzos de la empresa en materia de RSC, cuestión que redundará en una mejor reputación e imagen de la empresa”.

Por otro lado, Sustainly ha publicado la “V edición del índice anual sobre comunicación de la sostenibilidad en redes sociales”, elaborado por la consultora SMI-Wizness, que ofrece una mirada exhaustiva de los medios sociales más utilizados por 475 compañías globales para comunicar su labor en materia de sostenibilidad. El Top 10 de este año es liderado por Unilever, Intel, Coca-Cola Company, Philips y McDonald.

Según desprende este informe, la clave para hablar sobre sostenibilidad en medios sociales radica en no utilizar el término “sostenibilidad”, sino en “conectar con las personas en una forma entretenida, informativa y auténtica utilizando los asuntos que más les interesan”. Entre estos temas destacan la alimentación libre de venenos y cancerígenos, salarios justos y evitar perjudicar a comunidades y hábitats locales.

Los asuntos más complicados de transmitir al público, como la transparencia en la cadena de valor, la disminución de los desechos, la escasez de recursos y la diversidad en el lugar de trabajo, se deben abordar desde una narrativa de innovación, producción artesanal y bienestar.


Está claro que Internet crece a un ritmo vertiginoso y las empresas deben estar preparadas para afrontar nuevas formas de comunicación digital.

jueves, 9 de abril de 2015

El lado Oscuro de la Sostenibilidad: la RSE - SIN ETICA

Al menos en Occidente, uno de los grandes desafíos que deben enfrentar las empresas socialmente responsables es la credibilidad. En un mundo tan dinámico y competitivo ser creíble no es lo mismo que pretender serlo, y al menos en este punto, todos los que trabajamos en temas de sostenibilidad y afines sabemos que cuando algo no funciona, compartimos algo de responsabilidad.

El problema es que en este campo profesional lo que se dice no es necesariamente lo que se hace. El lavado de imagen o "green washing" es una práctica que aún en vías de extinción sigue presente sobre todo en países donde la flexibilidad y corrupción están separadas por una línea muy delgada. El punto es simple: no es posible hacer RSE sin ética.

La ética es el punto de apoyo, la justificación, la base de cualquier acción que esté diseñada y destinada a crear valor en la sociedad.

Por tanto, y al margen de la subjetividad que me merecen los marketineros reportes con calidad GRI de algunas empresas, al final lo que cuentan son las acciones reales y sobre todo, la capacidad de asumir problemas, esos que se asumen y asumirán por siempre como parte de actividades productivas. Pero ¿cuál es el verdadero objetivo entonces de destinar grandes sumas de dinero a reportar los avances en materia de gestión ambiental, los esfuerzos por disminuir la huella de carbono o las emocionantes iniciativas maquilladas de responsabilidad social?

Las organizaciones deben ser capaces de asumir sus responsabilidades y sobre todo, respetar las leyes por las cuáles se rigen sus actividades. Y es cierto, no siempre es fácil ni siquiera posible satisfacer las demandas de todos los grupos de interés al mismo tiempo, pero esto no debe ser una excusa. Si fuera posible crear valor solo con acciones positivas, muchos de los que trabajamos en este campo deberíamos cambiar de especialidad.

Enfrentar dificultades es natural, lo que también debería ser natural es hacerlo desde una visión lógica y sobre todo ética. ¿Porqué? Tarde o temprano aquello que se comunica con la mera intención de lavar la imagen de una empresa termina por jugar en contra. Un buen ejemplo es la frase que dice que "cuesta mucho construir una reputación pero cuesta muy poco derribarla".

La visión lógico-ética implica que las organizaciones necesitan construir su relación con la sociedad basadas en un intercambio honesto de información, exponiendo lo positivo pero también lo negativo, en cumplimiento pleno de la ley. Y si bien es una realidad que los requisitos que exigen las normativas en cada país, incluso en cada provincia o región pueden variar, en el fondo, todas dictaminan una regulación universal para todas las empresas. Evidentemente, aquellos que deseen desarrollarse al margen de este sistema tienen toda la potestad de hacerlo, y si logran el éxito bien por ellos, pero lo que no pueden hacer bajo ningún concepto es llamarse a si mismos empresas (u organizaciones) sostenibles, socialmente responsables o (en ningún caso) éticas.

El siglo XXI nos enseña que nos dirigimos hacia un modelo de desarrollo global, con problemas globales y por consiguiente, compartidos. Esto tiene muchos aspectos positivos pero también implica asumir grandes responsabilidades. La era de la comunicación no nos permite tantas flexibilidades como antaño, hoy es posible acceder a la información rápida y eficazmente sin apoyarnos necesariamente en solo una fuente.

Hay que tener prudencia y esmero en lo que se comunica. Los interlocutores no siempre serán clientes o consumidores distraídos, sino accionistas, competidores u organismos contralores. Simplemente no se puede desobedecer cuanta ley exista, ignorar dictámenes de justicia, causar estragos sociales y afectar el medio ambiente irreversiblemente y pretender que el mundo crea en sus reportes de sostenibilidad.

Es preferible asumir las dificultades, comunicar los avances pero también los retrocesos, sin poner en riesgo la credibilidad de una organización. En esta línea muchas empresas deberían revisar con más cuidado quiénes son, y que quieren comunicar. Eso les ahorraría mucho tiempo y dinero tratando de construir una reputación tan fuerte como un castillo de naipes.


Lidiar con estas dificultades es algo que requiere de mucho conocimiento, creatividad, experiencia y sobre todo, gran capacidad de innovación, y es en ese contexto que colaboramos.


Pablo Fernández S

Consultor Internacional en Prácticas de Desarrollo Sostenible, Medio Ambiente y Responsabilidad Social Empresarial (RSE).

miércoles, 8 de abril de 2015

Premios y certificaciones en RSE: No todo lo que brilla es oro


Con el angelito en un hombro y el diablito en el otro, la voluntad de las empresas de implementar prácticas responsables está siendo zarandeada. Por una parte, los de la vida fácil le dicen que no se preocupe, que no hay que hacer grandes esfuerzos. Se pueden ganar premios y certificaciones de que es una empresa responsable con facilidad. Por otra parte, los de la vida dura les dicen que no tomen esa ruta fácil, que tarde o temprano serán descubiertos y sufrirán por esos momentos de gozo temporal.

Con los premios y las certificaciones genéricas se han encontrado el hambre con las ganas de comer. Instituciones supuestamente promotoras de responsabilidad empresarial crean y otorgan premios con gran facilidad. Ambos, los otorgantes y los premiados, ganan “prestigio”, digamos más bien que publicidad relativamente barata. Unos pueden organizar conferencias anuales para la entrega de los premios; algunos hasta llegan a cobrar por participar u ofrecen cursos y asesoría sobre como completar los cuestionarios; otros otorgan la licencia para usar logos que reconocen a la empresa como responsables. Muchos son otorgados por instituciones en las que las empresas deben ser miembros, con pago de cuota. Los premiados presumen de haber ganado un premio y lo anuncian en sus sitios web y en sus informes de sostenibilidad. Es un “gana-gana”. Todos contentos.

Esto no tendría nada de malo, si en efecto los otorgantes hubieran comprobado que las empresas son (totalmente) responsables como dicen. Lamentablemente, para economizar, los premios se basan en cuestionarios completados por las empresas, o mejor dicho, por consultores especializados. En realidad quien gana el premio no es la empresa, es quién completó el cuestionario. Habiendo analizado muchas respuestas a cuestionarios he podido constatar que casi lo único que diferencia a las empresas es cómo lo dicen. La gran mayoría dice todo lo que se espera que digan. Dice que tiene códigos de ética y de conducta, pero no dice si los aplica, cuantos casos se han presentado y como se han resuelto; dice que tiene procedimientos para protección de medio ambiente, pero no si lo hace o como lo hace. Ninguna habla de multas o problemas: ¡!los cuestionarios no lo preguntan!! 

Y no hablemos de los premios donde vota el público, como en el caso de algunos reportes de sostenibilidad, donde vota un público que no ha leído los informes y donde la inmensa mayoría vota por las empresas de su país, sin considerar los de otros países.

Pero, ¿a alguna empresa le han retirado un premio por mostrar irresponsabilidad? ¿Quién se atreve?

Problemas semejantes tienen las certificaciones o acreditaciones de tipo genérico otorgadas por gobiernos como propone el proyecto de ley de Economía Sostenible en España (ver el artículo ¿Acreditación de empresas responsables? en el blog www.cumpetere.blogspot.com) y el proyecto de ley de Responsabilidad Social Empresarial de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Sin entrar en detalles de si los gobiernos tienen la capacidad de certificar empresas, hay que preguntarse qué pasa si las demás comunidades deciden imitar estas “iniciativas”. ¿Serán mejor las empresas certificadas por una Comunidad que otra? ¿Habrá que certificarse en todas las comunidades autónomas? No hay que preocuparse, si se aprueban estas leyes, pronto saldrá alguna institución que hará un ranking de las certificaciones de las comunidades autónomas o las de los gobiernos.

Éramos muchos (algunos dicen que éramos pocos) y parió la abuela

Y ahora se nos une a la fiesta la ISO 26000, o mejor dicho, sus hijos. La ISO 26000, que no es certificable, no excluye que las autoridades normativas nacionales (generalmente instituciones normativas de los estándares certificables de la ISO) emitan normas certificables. En el alcance dice que “Esta Norma internacional no pretende impedir el desarrollo de Normas Nacionales que sean mas específicas, más estrictas o de diferente tipo” La ISO no debió meterse en normalizaciones cualitativas y subjetivas, pero lo hizo y sacó una buena guía, para guiar (valga la cacofonía) el diseño e implementación de prácticas responsables. La ISO 26000 es el producto de un largo proceso consultivo, razonablemente inclusivo, con la participación de expertos internacionales. Pero no pudo cerrar la puerta a certificaciones nacionales. Es de esperar que, siendo su negocio, las instituciones nacionales vayan más allá y saquen normas certificables. La tentación será grande y ya me imagino una carrera a ver quién saca la primera norma nacional certificable en base a la ISO 26000. Y habrá que ver qué tanta fidelidad mantienen con el original.

Ya existen normas genéricas certificables emitidas por algunas de estas instituciones (en México, Colombia), pero no basadas en la ISO 26000 y no usan mucho. Pero, poder usar el nombre ISO 26000 en la norma certificable, tentará a las empresas a pedirlas y consultores a darlas. No nos dejes caer en la tentación……..

Es que la responsabilidad total no existe. Existen prácticas responsables y algunos tienen muchas. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

Lo que las prácticas responsables necesitan son certificaciones de prácticas específicas hechas por instituciones acreditadas, independientes, no por consultores no certificados (¿quién certifica a los certificadores?). Instituciones, que se dediquen exclusivamente a estas tareas, que comprueben sobre el terreno las prácticas, que auditen los procesos y otorgan certificaciones con fecha de caducidad, que deben renovarse. 

Hay muy buenos ejemplos de estas certificaciones específicas, aunque también pueden tener su problemas: Comercio Justo (verifica precios pagados a productores), Social Accountability (verifica condiciones laborales), WRAP (condiciones laborares en textiles), ICTI (sobre la fabricación de juguetes), Trabajo Infantil (certificaciones por industria: ropa, alfombras, cacao, etc.), Forest Stewarship Council (explotación sostenible de bosques), la etiqueta PEAC en Brasil sobre ausencia de mano de obra infantil, promovida por la Fundación Abrinq, entre muchas otras certificaciones. El uso de estas etiquetas sí tiene valor……aunque no siempre el consumidor las valora.

También algunos índices de sostenibilidad de bolsas de valores hacen alguna verificación de la información de las empresas, pero tampoco es muy detallada, dependen más del “castigo” que representa ser excluidas del índice (en un próximo artículo cubriremos este tema). 

De lo que hay que estar orgulloso y reportar en el sitio web y en el informe se sostenibilidad es cuantas certificaciones tienen, quién las otorgó, desde cuando las tienen. No que cuantos premios logró cosechar, no cuantos reconocimientos recibió de las instituciones a las cuales hizo una donación o es miembro.

Ojalá oyeran al angelito y no al diablito. 

Antonio Vives

El Capital Humano en la Empresa Responsable


La Asociación para el Desarrollo de la Responsabilidad Empresarial y Social (Adres) ha presentado el estudio “RSE, Personas y Organizaciones: El capital humano en la empresa responsable”. El objetivo fundamental de este documento es conocer cómo debería ser el perfil profesional de quienes trabajan en la materia, qué actividades se espera que desempeñen, en qué tipo de estructuras y en función de qué tareas.


La investigación tiene como objetivo primario realizar un examen preliminar del papel del capital humano en las organizaciones desde una perspectiva del desempeño de las funciones relacionadas con la responsabilidad social, comenzando por determinar cuál sería el marco organizativo idóneo según los encuestados, y abarcando el tipo de formación deseable en el perfil académico de quienes se dedican a construir una estrategia sostenible y en general a aquellos que se incorporan a la empresa y que traen aires nuevos e ideas renovadas.


También se busca conocer el papel que juegan los recursos humanos a la hora de configurar estos nuevos equipos de profesionales y cómo los seleccionan para sus organizaciones, qué se espera de ellos una vez en la función y qué otros aspectos del marco de la responsabilidad social a nivel nacional e internacional conviene tener en consideración.


Publicación de PROhumana