miércoles, 8 de abril de 2015

Premios y certificaciones en RSE: No todo lo que brilla es oro


Con el angelito en un hombro y el diablito en el otro, la voluntad de las empresas de implementar prácticas responsables está siendo zarandeada. Por una parte, los de la vida fácil le dicen que no se preocupe, que no hay que hacer grandes esfuerzos. Se pueden ganar premios y certificaciones de que es una empresa responsable con facilidad. Por otra parte, los de la vida dura les dicen que no tomen esa ruta fácil, que tarde o temprano serán descubiertos y sufrirán por esos momentos de gozo temporal.

Con los premios y las certificaciones genéricas se han encontrado el hambre con las ganas de comer. Instituciones supuestamente promotoras de responsabilidad empresarial crean y otorgan premios con gran facilidad. Ambos, los otorgantes y los premiados, ganan “prestigio”, digamos más bien que publicidad relativamente barata. Unos pueden organizar conferencias anuales para la entrega de los premios; algunos hasta llegan a cobrar por participar u ofrecen cursos y asesoría sobre como completar los cuestionarios; otros otorgan la licencia para usar logos que reconocen a la empresa como responsables. Muchos son otorgados por instituciones en las que las empresas deben ser miembros, con pago de cuota. Los premiados presumen de haber ganado un premio y lo anuncian en sus sitios web y en sus informes de sostenibilidad. Es un “gana-gana”. Todos contentos.

Esto no tendría nada de malo, si en efecto los otorgantes hubieran comprobado que las empresas son (totalmente) responsables como dicen. Lamentablemente, para economizar, los premios se basan en cuestionarios completados por las empresas, o mejor dicho, por consultores especializados. En realidad quien gana el premio no es la empresa, es quién completó el cuestionario. Habiendo analizado muchas respuestas a cuestionarios he podido constatar que casi lo único que diferencia a las empresas es cómo lo dicen. La gran mayoría dice todo lo que se espera que digan. Dice que tiene códigos de ética y de conducta, pero no dice si los aplica, cuantos casos se han presentado y como se han resuelto; dice que tiene procedimientos para protección de medio ambiente, pero no si lo hace o como lo hace. Ninguna habla de multas o problemas: ¡!los cuestionarios no lo preguntan!! 

Y no hablemos de los premios donde vota el público, como en el caso de algunos reportes de sostenibilidad, donde vota un público que no ha leído los informes y donde la inmensa mayoría vota por las empresas de su país, sin considerar los de otros países.

Pero, ¿a alguna empresa le han retirado un premio por mostrar irresponsabilidad? ¿Quién se atreve?

Problemas semejantes tienen las certificaciones o acreditaciones de tipo genérico otorgadas por gobiernos como propone el proyecto de ley de Economía Sostenible en España (ver el artículo ¿Acreditación de empresas responsables? en el blog www.cumpetere.blogspot.com) y el proyecto de ley de Responsabilidad Social Empresarial de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Sin entrar en detalles de si los gobiernos tienen la capacidad de certificar empresas, hay que preguntarse qué pasa si las demás comunidades deciden imitar estas “iniciativas”. ¿Serán mejor las empresas certificadas por una Comunidad que otra? ¿Habrá que certificarse en todas las comunidades autónomas? No hay que preocuparse, si se aprueban estas leyes, pronto saldrá alguna institución que hará un ranking de las certificaciones de las comunidades autónomas o las de los gobiernos.

Éramos muchos (algunos dicen que éramos pocos) y parió la abuela

Y ahora se nos une a la fiesta la ISO 26000, o mejor dicho, sus hijos. La ISO 26000, que no es certificable, no excluye que las autoridades normativas nacionales (generalmente instituciones normativas de los estándares certificables de la ISO) emitan normas certificables. En el alcance dice que “Esta Norma internacional no pretende impedir el desarrollo de Normas Nacionales que sean mas específicas, más estrictas o de diferente tipo” La ISO no debió meterse en normalizaciones cualitativas y subjetivas, pero lo hizo y sacó una buena guía, para guiar (valga la cacofonía) el diseño e implementación de prácticas responsables. La ISO 26000 es el producto de un largo proceso consultivo, razonablemente inclusivo, con la participación de expertos internacionales. Pero no pudo cerrar la puerta a certificaciones nacionales. Es de esperar que, siendo su negocio, las instituciones nacionales vayan más allá y saquen normas certificables. La tentación será grande y ya me imagino una carrera a ver quién saca la primera norma nacional certificable en base a la ISO 26000. Y habrá que ver qué tanta fidelidad mantienen con el original.

Ya existen normas genéricas certificables emitidas por algunas de estas instituciones (en México, Colombia), pero no basadas en la ISO 26000 y no usan mucho. Pero, poder usar el nombre ISO 26000 en la norma certificable, tentará a las empresas a pedirlas y consultores a darlas. No nos dejes caer en la tentación……..

Es que la responsabilidad total no existe. Existen prácticas responsables y algunos tienen muchas. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

Lo que las prácticas responsables necesitan son certificaciones de prácticas específicas hechas por instituciones acreditadas, independientes, no por consultores no certificados (¿quién certifica a los certificadores?). Instituciones, que se dediquen exclusivamente a estas tareas, que comprueben sobre el terreno las prácticas, que auditen los procesos y otorgan certificaciones con fecha de caducidad, que deben renovarse. 

Hay muy buenos ejemplos de estas certificaciones específicas, aunque también pueden tener su problemas: Comercio Justo (verifica precios pagados a productores), Social Accountability (verifica condiciones laborales), WRAP (condiciones laborares en textiles), ICTI (sobre la fabricación de juguetes), Trabajo Infantil (certificaciones por industria: ropa, alfombras, cacao, etc.), Forest Stewarship Council (explotación sostenible de bosques), la etiqueta PEAC en Brasil sobre ausencia de mano de obra infantil, promovida por la Fundación Abrinq, entre muchas otras certificaciones. El uso de estas etiquetas sí tiene valor……aunque no siempre el consumidor las valora.

También algunos índices de sostenibilidad de bolsas de valores hacen alguna verificación de la información de las empresas, pero tampoco es muy detallada, dependen más del “castigo” que representa ser excluidas del índice (en un próximo artículo cubriremos este tema). 

De lo que hay que estar orgulloso y reportar en el sitio web y en el informe se sostenibilidad es cuantas certificaciones tienen, quién las otorgó, desde cuando las tienen. No que cuantos premios logró cosechar, no cuantos reconocimientos recibió de las instituciones a las cuales hizo una donación o es miembro.

Ojalá oyeran al angelito y no al diablito. 

Antonio Vives

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